sábado, 8 de octubre de 2011

2 apreciaciones sobre Guardián de Acantilados

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Guardián de Acantilados (Pájaros en los cables editores, 2010) es un conjunto de poemas cargados de imágenes y música que Joe Montesinos escribió a lo largo de 10 años. Se tratan de poemas concebidos en distintos escenarios (Lima, Aruba, Junín, Caracas y Huancavelica) que muestran parte del universo interior del poeta, su afición por el viaje cultural y la contemplación de un mundo surrealista.
El poemario comienza en “Muro de Contención”, la sección en donde el poeta se refugia cuando se halla al filo del acantilado e interrogantes y melancolía merodean sus estancias. Aquí los poemas son cantos de resistencia labrados en símbolos donde Joe se reconoce y se reafirma como humano: “Porque tan solo soy un hombre solitario/ a punto de abrir los ojos” (pág. 12). También en esta parte del poemario, la imagen de la mujer se hace presente y es objeto de adoración. Se trata de una mujer etérea y celeste; una criatura mitológica y fantástica pero que a su vez hace su aterrizaje y se materializa: “Saturno en miniatura/ Pasifae en minifalda” (pág. 13). Otro ejemplo es el poema “Almanaque”: “Tocaré los pechos de Galatea / bailaré con Perséfone en mi alcoba / naufragaré al lado de Lorelei/ miraré con ternura a la Gorgona / y no seré piedra, sino árbol” (pág. 16).
También es importante resaltar la forma como el poema juega con el lenguaje y lo reinventa: “gorgojeo en hojas-piedra de mi biografía malavida”, dice en “Movimiento Cerúleo”. El poeta desafía al lenguaje quebrando sus reglas, no solo con el afán de llegar a la imagen precisa, sino también para que el poema tenga caída y musicalidad. En el poema “Kamikaze” nos dirá: “Con barlovento y sotavento / envolviéndolo / volviéndolo / viéndolo/ dolorido”.
En “Musicalmente”, el poeta hace referencia a todo lo sonoro que acompaña su vuelo. Es una oda a la música, a ceremonias y cantos del ensueño: “El sonido se extiende como alfombra al viento” (pág. 22). Pegar el oído en la caracola que contiene el mundo, es lo que hace el guardián de esta sección. Aquí hace su reaparición la mujer etérea y de sombra clara, como Elizabeth Fraser, cantante del grupo onírico Cocteau Twins. Así, en “La Luna, El Sol y un Cazador de vacíos”, el poeta dice: “Simplemente será Elizabeth de luna llena / con un beso de olas al sol” (pág. 24).
Por otro lado, la “Egolatría del Orate” se reafirma en la calle y junto a los mendigos, con paisajes oscuros y desolados. “Me ajusto las agujetas a las carnes/ y salgo a merodear las avenidas” (pág. 29). En esta sección, el poeta se solidariza con el mundo y se pone en la piel de los desamparados. Aquí el canto del mendigo, del clochard y del rey de los gatos es elevado a los cielos, como se lee en “Al inmortal empolvado”: “Me pongo mi sacón del rey de los gatos, / mis ojos de felino / observan el rostro de una mujer / tan bella como fruta en árbol / me mira curiosa como si fuera un loco…” (pág. 29). La solidaridad con estos personajes, se torna también complicidad al encontrar en ellos compañeros de ruta, lucha y sobrevivencia.
En “Un árbol que camina”, el poeta llega a la locura en medio de paisajes embellecidos por la naturaleza viva y muerta, por objetos inanimados que cobrarán vida para acompañar su vuelo. Montesinos nos dice: “¿Qué es lo que espero con la piel escrita / y una tijera en la cabeza?” (pág. 40). Completamente desequilibrado y envuelto en locura y melancolía, se harán necesarias las puertas de escape y el poema “El amor de una puerta” será contundente. En este poema, el poeta se ampara en la poesía y es ésta la fuerza que lo devuelve de la caída para recomenzar. “La poesía es…una puerta que abre sus vestidos, / es la calma y no hay más” (pág. 45).
La sección “Follaje” es un viaje a la naturaleza vista desde un lente quebrado y multicolor. Si bien es cierto, el contacto con la naturaleza es constante en el libro, en esta sección se vuelve más directo. “Árbol, cubierto con filosos y purpúreos labios… lloras al verme” (pág. 58). La contemplación del mundo desde la piel de un árbol y de Adán, así como también la influencia del haiku, otorgan sabiduría a la voz del poeta: “Canta la roca/ aún no sabe su voz/ fue hecha sorda” (pág 53).
Los matices se tornan nuevamente grises en “Ronda de Faunos”. Aquí el poeta hace una reflexión sobre la muerte y la confronta con ironía: “Yo toco el piano en los acantilados / y me van a operar de la risa” (pág. 70). La ironía es el reflejo de su victoria por la sobrevivencia en el mundo real, donde niños mueren en guerras (del poema “Naufragio”) y existen otros tipos de aniquilamiento. El poeta golpea a la muerte: “Le amarré el corazón en los rieles / y el tren la convirtió en acordeón” (pág. 69), y espera con los ojos cerrados su siguiente envestida.
Cargados de símbolos y plasticidad, los poemas reunidos en este libro, muestran el mundo de un poeta con ojos de pintor, donde la fantasía y la realidad se combinan para crear atmosferas de color y belleza. Guardián de acantilados, se convierte así, en un buen árbol donde reposar la cabeza y comenzar a soñar.
Un tiroteo de imágenes encandilando el alma.


(2)
Sobre papel hilo y con lápices de colores