lunes, 29 de noviembre de 2010

* * *

Jugábamos a amarnos
en un jardín de espinas

el termómetro incesante
que medía el calor de nuestros cuerpos
era una enredadera de lenguas
intersecciones
llamaradas crecientes
cargadas de astillas y polvo

¿Qué es el amor
sino un rondín
anunciando la muerte?

¿Qué es la muerte
sino un amor
colmado de música y fe?

* * *

Al primer grito
comenzó mi silencio.

Todo lo que digo ahora
es un río que nadie busca
una calle que nadie busca
un péndulo inmóvil.

Mi voz existe en la memoria

no aquí.


* * * *

Un día
yo despertaré
pálida con un traje de plumas
con un corsé ahogando
la infinita canción de mis ojos.

* * *

Este rostro se dibuja
sonidos de aguijón
en cada nueva curvatura.

Dibujo en el espejo
el rostro de la niña de ayer
como un inmenso sol pronunciando
la soledad de los ríos.

¿Quién secuestra al animal herido
de la jauría?

¿Quién llora en su lenguaje invisible
la grisura del ser?

¿Quién?


* * *

Tejo el perpetuo fuego de mi infancia
con un grueso hilo negro.

Tejo los agujeros de mi pecho
donde busco goce en la memoria.

Tejo y destejo
sola y sin manos.

* * *

4 comentarios:

Seamos lecas dijo...

Clap, clap, clap.

Dylan Forrester dijo...

Interesantes poemas, me quedo con ATMÓSFERA.

Saludos.

Juan Carlos Namoc Leturia dijo...

Mi voz existe en la memoria, no aquí.

Marcelo Perez de Adelina dijo...

Me gustan tus poemas. Aplauso.